Hace algunos meses, en esta misma sección, tuvimos la oportunidad de fijar un encuentro con Helena Torras, una emprendedora en serie que nos habló de unos de sus proyectos llamado We Rock
Qué es We Rock
ElEconomista supo de primera mano la celebración, en Octubre pasado, del primer aniversario de WeRock , un grupo de inversión formado por 60 mujeres, entre las cuales figura ella misma y directivas de grandes empresas.

Así, Helena Torras como co-fundadora del grupo, Teresa Niubó directora de RRHH de Affinity Petcare y Ruth Amat, de Ruth Amat Comunicación recibieron a ElEconomista para hablar de cómo surgió la idea que les unió, qué es lo que han hecho hasta ahora y, en definitiva, saber qué esperan conseguir antes del siguiente aniversario.
En el encuentro es fácil constatar que se está delante de un grupo de mujeres especial y bastante único. Configuran una interesante combinación de experiencia y conocimientos, y sería raro que no surgieran sinergias y, porque no, proyectos e inversiones con futuro.

Capital riesgo en femenino y presencia de mujeres inversoras en este ecosistema emprendedor y tecnológico son, fueron, las semillas de WeRock.
Porque una de las condiciones importantes es que deben ser proyectos con componente tecnológico, liderados o fundados por una mujer y estar en una fase inicial, la llamada fase pre-seed. Estos criterios o condiciones cohesionan a este grupo pero es necesario profundizar para entender su innovadora forma de hacer las cosas.
Su creación, del todo singular, surgió de un grupo de mujeres, todas ellas del mundo corporate, entre las que estaba Torras y también Ana Rebollo, directora nacional de ventas en una gran multinacional. A raíz de la inquietud del grupo por involucrarse, y como todo proyecto innovador que se precie, fue en el mantel de papel de una conocida crepería barcelonesa que empezó a tomar forma el proyecto.
El entorno del capital riesgo no les era desconocido y ya conocían varios grupos que se articulaban alrededor de este tema. ¿Se unían a alguno de ellos? No, quisieron empezar de cero, tener una identidad propia y bien definida. Discutieron sobre los objetivos que querían conseguir y si eran compatibles con las aspiraciones individuales de las integrantes del grupo. Y vehicularon este diálogo a través de un grupo de Whatsapp y unas sencillas tarjetas de presentación y contacto. En poco tiempo, con el boca oreja el grupo ya estaba formado por 60 mujeres.
Se pusieron en marcha para buscar su propia forma de funcionar y también se lanzaron a la búsqueda de los primeros proyectos. A pesar de que su entorno les decía que no encontrarían proyectos liderados por mujeres, en poco tiempo ya tenían 12. Era evidente que existían proyectos y que ellas tenían la capacidad de encontrarlos y/o de atraerlos. Y debían empezar a dar pasos más concretos.
No fue un proceso fácil. El grupo estaba aprendiendo a funcionar y a crear un método que los fondos de capital riesgo ya tienen validado y bien establecido. En el caso de WeRock, Torras y Teresa Niubó destacan que habían entrado en un proceso de “learning experience”, una experiencia de aprendizaje. Una mecánica, como grupo, muy democrática, de consenso, y con una implicación un poco diferente al capital riesgo estándar.
Y es que incluso la organización de los pitch de los proyectos finaliza en una cena. Como marco ideal para que las participantes den su feedback y puedan empezar a filtrar proyectos y priorizar intereses. Y no solo decidir dónde invertir sino también trasladar sus conclusiones a los propios proyectos. Desde el inicio, antes incluso de decidir la inversión, hay implicación.
Niubó resalta que “esta implicación nuestra con el proyecto es muy intensa”. Ejercen de mentores a la vez que aprenden. Si en el proceso de selección de proyectos los hay que son descartados, el grupo no se desvincula. Mantienen el contacto. Exponen las razones por las que no han invertido y aconsejan, y ponen a disposición todo el networking que tienen. Hay, como destaca Niubó, un componente de “generosidad” en el funcionamiento de WeRock. Creen en una sinergia bidireccional. Dar para aprender. Implicarse y ayudar, o sólo ayudar si no es posible la participación financiera.
En esta generosidad tanto Niubó como Torras resaltan especialmente que hay un “compromiso para implicarse y tirar adelante el proyecto. La mujer WeRocker debe ser generosa. Debe estar dispuesta a dedicar tiempo, a dar.” No es, como dice Torras, “poner el dinero y marchar”, es mucho más.
La inversión tampoco es especialmente alta en comparación con las cifras que se manejan en un ecosistema muy acelerado. Es verdad que estos proyectos se encuentran en fase inicial pero también la inversión es libre para las integrantes. Invierten de forma individual, sin ninguna obligación, aunque sí que deben aportar capital en algún proyecto durante un período mínimo para poder seguir siendo integrantes del grupo.
También resaltan las tres entrevistadas que quieren “aprender del ecosistema digital” e “incrementar la conexión entre el mundo corporate y las startup”. Aprendizaje que también potencian con la realización de workshops sobre distintos temas de interés para el grupo y que, por ejemplo, ayudó a escoger el nombre y fijar sus valores como grupo.
Como anotaba Torras, la mayoría de las integrantes “no tienen al sector digital cerca, sin embargo, en todas sus compañías la agenda digital está bien presente. Hay que fomentar esta conexión, este intercambio. Acercarse al mundo de las startups puede predisponer a las compañías a colaborar y trabajar más con ellas. Y ésto, a su vez, ayudará a las startups a reducir su time-to-market y, porque no, incrementar su índice de supervivencia. Individualmente, para estas integrantes de WeRock, buscar esta conexión favorece también un aprendizaje práctico mucho más intenso que cursar un Máster”
Y añade Niubó que “y para las compañías, estar en este entorno es interesante, es ágil, hay mucha disrupción.”
Autor: Jordi Sabater